miércoles, 24 de abril de 2013

Paciencia

Lo miraba a la cara mientras las gotas de saliva saltaban de su boca y sus ojos saltones se clavaban en los míos, como un prominente láser carnoso. No sentía rabia, era más bien una cálida y serena sensación homicida que prendía desde mi pecho y se extendía hasta las yemas de mis dedos, que se pegaron a la palma de mi mano, transformándola en un puño que alcé en lo alto y lo hice descender hasta su cara mientras el cerdo obeso de mi jefe seguía escupiendo sus pretenciosas palabras.

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