viernes, 5 de abril de 2013

Dieta de uñas

Allí estaba, sentado en una silla, mientras se mordía las uñas. Nunca había imaginado que podría odiar a alguien de esa manera. Un ser tan repugnante y tan lleno de maldad. Tan cerca del sol y sin quemarse. Lo miraba con desprecio mientras me devolvía una mirada de parsimonia. Me daban ganas de arrancarle la garganta con los dientes y estrujarle el corazón con mis propias manos; observarlo mientras se desangra y reír mientras la vida lo abandonaba. No podía soportarlo más, no era capaz de seguir mirándolo; me levanté de la silla y rompí el espejo de una maldita vez.

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